La organización Mangas al Codo por los Animales comparte el caso de Engel
y hace un llamado a combatir el maltrato. En Puerto Rico existen más de 100,000 perros abandonados en las calles y apenas unas cuantas decenas de organizaciones privadas, sin fines de lucro, que se dedican a rescatarlos.
Es un trabajo muy duro, que requiere vocación, compromiso y mucha fortaleza para
manejar casos desgarradores, como el de Engel, y luego poder reponerse para seguir
la batalla.
Con el propósito de hacer sentir el mensaje de que la problemática de los animales
callejeros es una crisis social que nos compete a todos los que vivimos en esta Isla, la
organización Mangas al Codo por los Animales compartió el caso de Engel con
ÍNDICE.
Marjorie Andino Arenas, trabajadora social, profesora universitaria y vicepresidenta de
la organización Mangas al Codo por los Animales, explicó que Engel fue un cachorro
de apenas cuatro meses que fue abandonado debajo de un puente entre Vega Baja y
Vega Alta.
El puppy, que aparentaba ser de raza pitbull, no logró sobrevivir debido al estado
avanzado de una infección que tenía en sus patas.
Lo triste es que Engel no nació en las calles. Tuvo dueño ya que, según explicó Andino,
el cachorro tenía sus orejas cortadas, tal y como le hacen a los perros de esa raza.
Andino, quien tiene 17 años de experiencia como rescatista, manifestó además que,
debido a las heridas que tenía Engel en sus patas, posiblemente fue utilizado como
carnada para perros de pelea y luego descartado cuando se enfermó.
Engel es el rostro de los miles de perros que hay en las calles de Puerto Rico. Muy
pocos tienen la suerte de ser rescatados a tiempo. Mientras tanto, los demás mueren
atropellados, desnutridos o enfermos.
A continuación, una carta enviada por Marjorie a ÍNDICE en la cual explica con más
detalles la historia de Engel.
Este cachorro fue rescatado el 12 de septiembre y murió ayer, 18 de septiembre, en la
Clínica San Miguel de Bayamón.
“A veces me pregunto cuál ha sido el eslabón perdido que ha llevado a la sociedad a
perder la sensibilidad. Rescato animales desde mi infancia, pero nunca había
trabajado un caso tan triste y que reflejara tanto, lo negro de algunos corazones
humanos.
Engel fue un cachorro de 4 meses que abandonaron debajo de un puente entre Vega
Baja y Vega Alta, Puerto Rico. Cuando lo encontraron, yacía en posición fetal sobre
unos cartones al lado de basura y escombros.
Una joven que alimenta perros en esa área lo vio y me contactó. Decidí hacerme cargo
del caso y esa misma tarde conseguí quien me lo transportara a mi hogar; un
apartamento donde recibo animales en condiciones graves semanalmente.
Al ver a Engel, corrieron lágrimas por mis mejillas. ¿Cómo era posible que un
cachorro estuviera en tal condición?
El olor a podrido que expedía su cuerpo era insoportable. Había gusanos que salían de
los agujeros que tenían sus patas, las cuales se estaban pudriendo a causa de una
horrible celulitis infecciosa no atendida a tiempo.
¿Tuvieron dinero para mutilarle su cuerpo cortándoles sus orejitas pero no para
brindarle los cuidados básicos?
Lo alojé en mi hogar para estabilizarlo, como siempre hago cuando llegan en horas de
la noche. Lo bañé y salía muchísimo pus de sus patas y muslos, el agua se torneaba
roja, salían gusanos de su carita.
Le di antibióticos, tópicos, suplementos e hidratantes para aliviar un poco el dolor que
debía sentir. No dormí pendiente a cada suspiro de él.
Al día siguiente, se veía más alerta. Engel bebía agua y comía alguito. Me veía y
hacía un esfuerzo para pararse y acomodarse entre mis piernas. Pegaba su nariz a la
mía, se acostaba sobre mis muslos y dormía.
Con las recomendaciones de nuestro veterinario, pasó las primeras dos noches.
Yo le oraba y cantaba. Estaba segura que Dios me ayudaría a salvarlo. Pero la
mañana siguiente observé que parte de sus patas se comenzaron a tornar negras, lo vi
amotetado y decidí internarlo.
En la clínica donde lo llevé no le encontraban las venas por la gravedad de sus patas,
así que le suministraron el suero a través de la vena del cuello. Estuvo hospitalizado 4
días, y todos fuimos a verlo.
Lo acariciaba, el pegaba su nariz a la mía, se me pegaba al pecho, yo le oraba y le
hablaba a su oído. El tercer día recluido se orinó cuando me vio, nos dimos amor, le
oré nuevamente y le acaricié todo su cuerpo.
Pero ese día fue muy difícil verlo pues pedazos de sus patas comenzaron a
desprenderse. Incluso perdió una huella completa, se veían sus tendones…
A pesar de lo fuerte que era ver eso, sabíamos que era parte del proceso de sanación,
ya todo estaba rosado y no negro, yo estaba segura que venceríamos.
Él tenía dolor, se le notaba, pero a pesar de eso me movía la cola. Estaba segura que
Engel sobreviviría y que algún día íbamos a poder decir: ganamos los buenos, ganaste
tu Engel y no quien te quiso hacer todo este daño.
Esa noche me compré una plantita que se llama “Eternity” en honor a él, y dije que
venceríamos.
La mañana siguiente recibí una llamada. Engel se nos fue en la madrugada. La
veterinaria lo encontró muerto…
¿Qué explicación humana puedo encontrarle a este dolor tan horrible que estamos
sintiendo? No hay palabras que describan la frustración que siento pues dedicamos
nuestro tiempo a esta causa de amor.
Los animales son ángeles en el mundo. ¿Por qué hay personas que no lo entienden?
Me quedo con la satisfacción de saber que Engel tuvo la oportunidad de conocer el
amor y el calor humano, aunque por muy poco tiempo.
Necesitamos crear conciencia con esta problemática social. Esto es responsabilidad de
todos. ¡El maltrato de animales tiene que cesar ya!